La sonrisa de la luna me agobia.
Se inmiscuye hasta por dentro de mi casa
y pregunta por mi nula felicidad.
Ella junto con su sonrisa perturban
mi depresión inconsolable.
Anula mi felicidad inexistente,
reafirman mi soledad absurda
y nulifican mi sonrisa.
Ella, la luna y su sonrisa, su enorme
sonrisa blanca hecha coma
invadida por el mar hecho cielo,
opacan mi entusiasmo, mis ganas, mi alegría.
Todo se esfuma al ver la enorme felicidad
de la luna.
Porque mientras lloro el ocaso de mi bella muerte,
ella sonríe amplia y ferozmente en mi cara,
arriba de mi casa, encima de mi cuarto,
en donde lloro por las noches
y en donde le escribo al ser amado,
donde le pienso, donde le añoro, donde me extraño,
donde me pierdo sin remedio.
La maldigo vil y despiadadamente.
No es mi amiga ni mi cómplice de amores
ni de soledades.
Porque mientras ella ríe encima de mí,
la angustia y la tristeza me carcomen.
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