... insolente que convierte el mar en oleaje moderado?
¿Eres tu ese poeta vacío que habla de la arena como
si hablara del polvo cansado de su cama?
¿Eres tu ese poeta impertinente que le escupe
a lo cotidiano de la vida
con lenguaje complicado,
que le canta a los murmullos rurales
y a selvas que sólo se observan en noches calladas?
¿Eres tu ese poeta que escribe en medio de la gente
y que con cada palabra se despide del ritmo natural
de la serpiente arrepentida?
¿Eres tu ese poeta invidente y sordo que no percibe el canto
del océano ni al cisne en pleno vuelo,
que calla, incluso, la inesperada confidencia del águila oprimida?
¿Eres tu ese poeta que describe sólo lo que está a su paso,
lo que inesperadamente se deja ver un poco,
y que tu, ese poeta arrepentido y por convicción melancólico
no plasmas más allá de lo que tu claridad te ciega?
Es vergonzoso, en definitiva, ser ese poeta que lacera
lo sutil del viento en la cara, que interpone su basura interna
y su horizonte limitado.
Es de cobardes e inexpertos gritarle a Zeus
ser un artista incomparable porque presume
de su soledad como parte de la creación.
Es de torpes decir a voz en grito sus acostumbrados pasos desmedidos,
ensordecer a los amantes de la estética,
aturdir los versos sordos de los callados muertos, porque
sus imágenes acústicas son fotográficamente tan distantes.
No cabe duda, mientras más te empeñas en plagiar al poeta preferido
más te acercas a los poetas sin ojos ni venas ni sangre
más te acercas a la incomparable guerra entre la sonoridad del verso
y la historia bien contada
más te acercas al estruendo sordo que aturde a los perros
y a las ratas y a los caracoles que mueren lento.
Por ello sólo deja un poco de tu alma y otro poco de la mía en esa hoja
para que mañana cuando se lea tenga un poco del alma de todos.
Hablemos entonces del crimen de existir...