Sucede que pasan los autos y no se detienen para observar mi tristeza. Sucede que la noche sigue sin percatarse de mi infelicidad. Sucede que la luna se esconde para no vernos llorar. Sucede que las mujeres aman a otras mujeres. Sucede que las mujeres son maltratadas por sus amados. Sucede que la muerte está más cerca del amor que de la vida. Sucede que tus lágrimas son un espejo de tu alma. Sucede que la voluptuosidad junto a ti es maravillosa. Sucede que las estrellas de México son puntos de fuga para los presos. Sucede que las luces nocturnas me besan desde siempre. Sucede que nunca me pensé de grande. Sucede que los puentes cubren la pobreza. Sucede que la sangre de noche se ve oscura como el cielo de noche. Sucede que los taxistas son unos patanes. Sucede que tu ausencia me duele más que nada en el mundo. Sucede que tu amor me fortalece. Sucede que mi tristeza aumenta día a día. Sucede que los días son largos porque no te veo. Sucede que los libros de Apollinaire me dan un poco de vida Sucede que la coma de la luna se ríe de mí. Sucede que una pistola me apunta todo el tiempo en mi cuarto. Sucede que tu cuerpo desnudo lo conozco antes de conocerte. Sucede que mis dedos son delicados sólo en tu espalda. Sucede que mi habitación se queda solo, sin mí, cada noche. Sucede que mis perros son mis únicos amigos. Sucede que siempre estoy conmigo muy a mi pesar. Sucede que las mañanas son mi cruz porque mi tristeza me impide despertar. Sucede que mientras duermo mi vida se va entre mis manos. Sucede que la burocracia en México es como un estornudo gigante lo hace una sola persona y escupe a un centenar. Sucede que la ropa vieja me gusta más. Sucede que los breviarios culturales son una mierda. Sucede que el amor que siento por ti es más grande que el amor que siento por mí. Sucede que tus ojos me hipnotizan y tu cuerpo me cautiva. Sucede que tu cintura nunca ha conocido los corsés y la blancura de tu piel es el reflejo de tu fidelidad. Sucede que mi pequeño amor tiene toda mi atención. Sucede que los nuevos escritores se creen los primeros y los últimos, definitivamente no son los mejores pero ellos no lo saben. Sucede que mi escritura es un conglomerado de muchos otros escritores, siempre ocurre lo mismo. Sucede que diez minutos suelen ser eternos. Sucede que mi mejor arma para fugarme es le escritura. Sucede que yo no soy la mejor poeta. Sucede que un señor gordo y cariñoso es mi psicoanalista. Sucede que no tengo padre y él no tiene una hija. Sucede que la negación es parte de la afirmación. Sucede que mi fotografía desaparece ante mi negación. Sucede que la llamada de mi madre es sólo para decirme algo sobre mi cheque. Sucede que mi trabajo ya me aburre. Sucede que cinco minutos son interminables. Sucede que un bote de basura está más lleno que mi cabeza. Sucede que la sonrisa de un hombre es maravillosa. Sucede que sus ojos verdes, azules y cafés son inigualables. Sucede que los tacones de una mujer se escuchan llegando al hotel. Sucede que sus pantaletas son de seda blanca y se deslizan por sus piernas mientras me besan. Sucede que tus nalgas me gustan demasiado. Sucede que tu olor se queda conmigo todo el tiempo. Sucede que escribo mientras espero a un burócrata. Sucede que un poeta sólo sirve para enamorar mujeres no para casarse. Sucede que un poeta sin dinero es más común que un perro muerto en el bajío. Sucede que ha llegado el burócrata esperado. Sucede que la noche no es tan oscura como se cree. Sucede que un hombre orinando en el parque es tan vulgar como un camionero silbando a una mujer. Sucede que el Palacio de Bellas Artes de México en su grandeza tiene su hermosura. Sucede que la plaza de las armas de Chile recuerda tanta sangre. Sucede que una mujer vale menos que el peso devaluado. Sucede que tus labios me comen fugazmente. Sucede que cada noche tu silencio me enfurece. Sucede que la guitarra flamenca me recuerda a mi último gran amor, España. Sucede que tu casa me queda tan lejos como la luna. Sucede que tus manos son más grandes que las mías. Sucede que guardo silencio durante todo el día. Sucede que en mi cerrada habita nadie. Sucede que de madrugada escribo. Sucede que mientras te espero se me va la vida. Sucede que nuestras discusiones son desgastantes. Sucede que tus besos son letales para mi muerte. Sucede que tus ojos delineados son el marco perfecto de mi amor. Sucede que la pequeña Lou se escucha diferente en francés que en español. Sucede que tú eres mi pequeña Lou. Sucede que por ser mi pequeña Lou serás mi amada por siempre. Sucede que hay cosas que no deben decirse. Sucede que la sinceridad es parte de la soledad. Sucede que idealizo el amor y el sufrimiento. Sucede que el mar siempre cuenta historias diferentes. Sucede que la epidemia más grande es la pobreza.
Sucede.
Sucede que te amo.
HA LLEGADO LA PRIMAVERA
y con ella tus ojos y tu amor incalculable,
los vestidos ligeros y la piel desnuda,
los besos tiernos y presurosos,
el cielo despejado y las nubes serenas,
las flores liberadas y los sueños dilatados,
el clima marino en las ciudades
y caracoles como horizontes,
el viento mesurado evaporándose,
los árboles saludando todas las mañanas.
Un dios enamorado, los peces agitados.
La neblina de mis dedos se ha evaporado,
lo gris de mi sonrisa se ha esfumado
y el sol hace promesas para tal vez no cumplir.
Y YO QUE TE PIENSO
Y yo que te extraño
Y tú que me haces falta
Y tú que no me escribes
Y yo que te amo
Y yo que te veo en todos
los rincones de los pueblos.
Mientras la hoja del estanque regresa a su quietud, el mar sigue en guerra.
Ella llora, no sabe porqué pero llora en silencio, llora sin remedio, llora sin esperar nada, llora para nadie, llora sin pretextos. Ella está sola sola sola. Es una vagabunda y a la vez siempre está con ella a pesar de ella misma.
Porque mientras lloro el ocaso de mi bella muerte,
ella sonríe amplia y ferozmente en mi cara,
arriba de mi casa, encima de mi cuarto,
en donde lloro por las noches
y en donde le escribo al ser amado,
donde le pienso, donde le añoro, donde me extraño,
donde me pierdo sin remedio.
La maldigo vil y despiadadamente.
No es mi amiga ni mi cómplice de amores
ni de soledades.
Porque mientras ella ríe encima de mí,
la angustia y la tristeza me carcomen.
Si hay un atisbo de misericordia en tus labios… bésame. Menciona mi nombre tres veces para memorizarlo, dame siete días para enamorarte, para crear en ti una gota de poesía. Olvidemos el miedo nacido de la nada. Dame la mano, viaja conmigo, dame siete horas para caer en el abismo de tu cuerpo.
seguirá viviendo hasta ser sepultado con tu cuerpo.
Tu hijo no se detiene ante un grito dado para ti,
tu nieta aún no sabe quién es el viejo que anda por ahí,
aún no sabe todo lo que hiciste,
aún no sabe de tus golpes certeros,
de tu tenacidad valiente,
de tu inteligencia desbordada
y menos aún de tu promiscuidad delirante.
Tus amantes hablan muchas cosas de ti
pero aún así quieren verte en tu lecho de agonía,
quieren darte el beso de despedida,
y yo, tu hija mal nacida y negada, quiere verte morir lento.
Tus dolores traspasan el jardín de tu casa,
llegan hasta las matas de café y los plantíos de plátano
y de naranjo, bajan por el camino y llegan a Tlaxcala
tu pueblo natal.
Por qué saliste de ese lugar mal parido,
por qué dejaste de ser pobre para terminar
golpeando a mi madre en una esquina,
por qué tuviste tantos hijos con tantas mujeres
desperdiciando tu poco amor.
Tu agonía se desborda por los cristos
colgados en las paredes.
¿A qué le temes?
No tendrás argumentos para visitar el cielo.
Por ti se inventó el infierno.
Andarás por los círculos de la divina comedia,
pasarás por el purgatorio
y te quedarás ahí,
ni Virgilio ni Dante podrán sacarte.
Tu maldad traspasa tu lecho de muerte,
tus malos actos van más allá de toda conciencia humana,
tus testículos han envejecido,
tu miembro ya no sabe de orgasmos ni de nombres
ni de placeres.
Tu muerte está cerca, tu agonía es permanente,
tu flacidez se impone ante la pérdida de memoria
de tus esposas, de tus amantes.
La lástima que provoca tu piel llagada por la cama inmóvil
es más lastimera que un perro hambriento callejero.
tus lamentos falsos y tus mentiras milenarias ya no las cree tu hijo
que por última vez te da de comer en la boca,
que por última vez te da un beso en la frente,
que por última vez se acerca a ti sin pedirte un centavo,
que por última vez se compara contigo como cualquier
hijo con su padre,
que por última vez te habla con cariño,
que por última vez habla de orgullo y dignidad
sabiendo que éstos estorban cuando se trata de dinero
y de una herencia esperada e infinita,
que por última vez escucha tu amor mal evocado,
que por última vez sus ojos se parecen a los tuyos,
que por última vez su mano toca la tuya para ser tocado,
que por última vez te acompaña al hospital para que alarguen tu agonía.
Padre, cómo me hubiera gustado que esta carta fuera de amor,
pero es una oda a tu agonía, a tu estúpida agonía.
No has sido más que una emulación torpe de un hombre admirable,
de un hombre fuerte e inteligente,
sigues siendo la piltrafa humana que me engendró,
sigues siendo el hombre sin cariño para sus semejantes,
sigues siendo el torpe que enamoró a mi madre,
sigues siendo el flaco y tonto que estuvo en la cárcel,
sigues siendo el lobo aullando en la puerta para poder entrar,
sigues siendo el poco hombre que no sabe más que orinar,
como todo macho, todas las esquinas de una mesa vacía,
sigues siendo el impotente caballero
que olvida a su doncella en el castillo,
sigues siendo el castigo de mi madre, la cruz de mi hermano
y la amenaza de mi hermana.
Tu agonía me complace, me alegra.
Comenzarás a pagar cada lágrima derramada en cada mujer
madre mía, en cada hijo, hermano mío, en cada brazo roto,
en cada mejilla de mil prostitutas muertas ahora.
¿Recuerdas aquella mujerzuela muerta en el apartamento
doscientos diecisiete?
Ella me nombró en el lecho de su muerte,
ella, mejor que mi madre sabía que existía mi escritura.
¿Y recuerdas a la otra y a la otra y la otra?
¿Y al niño que tuviste en tus brazos y asfixiaste?
Yo ahora recuerdo entre llanto que tus risas y mis ojos expectantes
se fusionaron mientras platicabas cómo lo matabas.
Así de cínico eres.
Tu no recuerdas a mi madre llorando por tu ausencia,
tampoco sabes de las carencias de mi hermano,
ni de los sueños perturbados que he tenido por tu cobardía.
Mucho menos sabes de mi boca hecha llanto
Al saber que hacías tus maletas y te ibas de nuestro lado
al saber que te queríamos.
Tampoco sabes el dolor causado al negarnos.
Más de tres veces nos has negado y no ha habido para ti
castigo alguno.
Apenas comienza y será largo el camino de dicha agonía.
El Morro Isla de la juventud La Habana
La Habana
Digo tres veces tu nombre y en silencio quedo, muda quedo. El Malecón, las presas y en silencio quedo, muda quedo.
Isla de la juventud
Prisión entre olas infinitas. Ríos, Manglares, gente morena cantando su agonía, bailando su pesar. Gente blanca sonriendo por siempre. Cuba, Cuba mía. Madagascar me espera, la tristeza infinita del Presidio modelo aguarda a las olas para hacerlas suyas. Cárceles modelo redondas y olvidadas. La celda número diez tiene nombre y apellido. Son celdas apartadas por el comunismo. La Habana, la Habana mía que entre cantos se renueva, que entre baile llora, que entre letras pide ayuda. “¿Cómo es allá afuera?” ´pregunta un cubano. No sé qué responder, sonrío, entristezco, muero, desvanezco, me arrodillo en medio del malecón. Un niño sin paracaídas pregunta “¿Cómo es allá afuera?” ¿Me escuchas? “¿Cómo es allá afuera?” no sé qué responder, lo que sea no es una respuesta, una sonrisa tampoco, una fugaz mirada es todavía un insulto mayor a una despedida. “¿Cómo es allá afuera?” ¿Puedes responder a esa pregunta? Un niño sin paracaídas pregunta, su argumento es su vida de diecisiete años, mi argumento es mi muerte de veintiocho años, mejor dicho, no tengo argumento. “¿Cómo es allá afuera?” dejo la pregunta al aire para que un osado la responda.