miércoles, 5 de septiembre de 2007

Tres ensayos nauseabundos

“LA NÁUSEA” de Jean Paul Sartre

¿Haz sentido náusea al hacer un recuento de tu vida?
¿Haz visto acaso en ojos de otro parte de tu existencia perdida?
¿Te encontraste en alguna ocasión en la mirada de aquello que desdeñas?

Absurdo es todo esto pero ocurre. Absurdo es la palabra que Jean Paul Sartre no encuentra y lo dice por medio de uno de sus personajes llamado Roquentin. Absurda es la vida y existe, aunque neguemos su existencia y la propia y la de todos. Absurda es la conciencia que nos muestra nuestra existencia al final del camino
“La náusea” libro, novela, ensayo filosófico de Sartre publicado por vez primera en 1938.
Personaje principal: Roquentin: historiador de 30 años que platica por medio de un diario sobre 22 días vividos intensamente en un lugar llamado Bouville. En éste diario habla de la no existencia, de la soledad, del amor perdido y del tiempo olvidado, de la ausencia y de una sensación extraña y recurrente: la náusea. Ésta sensación le viene cada vez que teme, que pierde el control de la situación, aparece como síntoma de algo inexistente, de él mismo. Él, insiste en gran parte del texto que no existe, está pero no existe, se lastima una mano sólo para observar su sangre y demostrarse que esa sangre ya no es suya y que tal vez jamás lo ha sido. Discurso utilizado como por un loco que olvida su cordura en un café lleno de extraños. Habla de todos, describe todo, la vida a su alrededor, las sensaciones, la soledad perdida en calles repletas de gente. Dice que escribe sobre otro, sobre la historia de otro, pero en realidad escribe su propia historia para decirse una y otra vez que existe en medio de lo absurdo, en medio del desamor y del olvido.

No es estrictamente una novela, es un ensayo escrito por Roquentin seguido de la voz de Sartre. Discurso existencialista que por medio de un monólogo interno deja ver la ideología filosófica del autor. Monólogo que desespera al lector porque parece llevar a ninguna parte; harta, fastidia, embota la cabeza de todo espectador porque parece que sólo habla habla habla y no quiere llevarnos a ninguna parte. De repente provoca náusea, desencanto, tristeza, melancolía, infinito vacío y soledad. De repente nos invita un café para observar al mundo desde sus ojos. Todo lo que piensa escribe y todo lo que escribe lo piensa después de escribirlo, aunque se niegue a pensar y pelee con él mismo porque ya no quiere pensar, porque ya no quiere existir ni pensar en ello. Roquentin escribe y cuestiona, es incisivo en sus comentarios, es duro en su crítica, quiere escribir la historia de otro para encontrarse en ella y encontrarse así en la vida, quiere descubrirse por medio de los otros. Cuestiona lo que es y critica todo aquello que se le parece. Si en algún momento el lector se ve reflejado no es mera coincidencia, es porque es parte de la condición humana, es parte de todo aquello que habla de la misma cosa: la conciencia humana.
Roquentin quiere escribir un libro, cree que eso le salvará la vida, cree que eso le recordará su existencia sin tanto dolor ni padecimiento, cree que vale la pena escribir un libro sobre alguien más que no es él. Habla de 22 días, mejor dicho de 23 si contamos aquel día que no fechó por temor a ser una ‘linda nena’ que escribe un diario cualquiera, cursi, aburrido y melancólico.
El personaje principal divaga por las calles y cuando cree que está perdido, cuando cree esfumarse en medio de la noche y en medio de sus delirios llenos de cordura, visita una cafetería para llenarse de gente y escribir sobre ella. Escucha conversaciones ajenas, hiere por medio de su palabra la intimidad de los otros, cosa no tan dolorosa porque nadie se entera. Cuando parece que el personaje está sólo surge en escena el amor de su vida: Anny, ella le manda llamar para demostrarle que el tiempo no se detiene y que ella está muy cambiada. Se ven, se escuchan pero ya no se encuentran en sus miradas, ya no hay cabida para caricias y promesas, ya no hay tiempo para besos ni recuerdos. Ella le dice que le agrada que él no haya cambiado porque así le demuestra que el tiempo pasado no está del todo perdido y le demuestra también que el pasado ha existido, porque de repente se olvida. Olvido provocado por las jugarretas que suele jugarnos la memoria.
Ella, muy diferente a como él la recordaba, habla sin detenerse, le pregunta a Roquentin sobre su vida, pero sólo para poder hablar de ella. Es de las personas que preguntan pero no esperan, no quieren una respuesta, sólo quieren hablar de ellas. Roquentin aun ama a Anny y no le importan sus cambios, ni su peso, ni su descaro ante la vida. Ella ya tiene una vida, él no se entromete, se va, se aleja como el niño que sale de un zoológico lleno de esperanza de volver algún día.
Camina, se despide de una ciudad que comienza a olvidarle. Porque siempre pasa que cuando uno se despide todo mundo le ama, todo mundo se torna feliz por su viaje, ¿será que se alegran de nuestra próxima ausencia? ¿Será que les hace feliz nuestro viaje porque así se desharán de nosotros? Eso le pasa a Roquentin minutos antes de irse, le aman, aunque en ese momento se siente de ninguna parte, porque Bouville se convirtió en tierra de nadie, él no era de ahí ni de París, su próxima parada.
En suma, es una historia llena de locura como única salida, como único medio en el que la angustia se esfuma.
Es la historia de un historiador que va a una ciudad buscando la historia de un personaje del siglo XVIII, pero no encuentra nada, sólo encuentra su propia ausencia y su vacío aumentado por una lupa llamada conciencia, llamada también ‘no existencia’. Ahí cuestiona a la condición humana, habla de su existencia, habla de lo absurdo de la existencia, habla de la náusea que provoca estar vivo, del miedo que nace cuando el abismo llamado vida se acerca para intimidarnos y hacernos sentir vulnerables. Encuentra también a un amor casi perdido, casi olvidado, encuentra a un hombre que le habla del humanismo, del amor a los demás aunque esto sea siempre una farsa. En medio del viaje renuncia a la idea de escribir un libro de alguien a quien no conoce y se marcha a París, porque ya no tiene nada qué hacer ahí. No tiene amigos, ni amores ni recuerdos. Se va para seguir siendo nada en otro parte...















“LA NÁUSEA” de Jean Paul Sartre
La náusea es una sensación desagradable en el abdomen que puede concluir con el vómito. El vómito es la expulsión violenta (voluntaria o involuntaria) del contenido del estómago a través de la boca y es una forma del organismo para eliminar las sustancias nocivas. Tanto la náusea como el vómito no constituyen un padecimiento sino síntomas de diversas condiciones... Roquentin, personaje principal de la novela “La náusea” de Jean Paul Sartre, presenta uno de éstos síntomas: náusea, que continua, precedida de angustia y miedo. Tal vez somatiza su miedo y frustración ante la vida que deben salir de alguna forma y lo manifiesta por medio de la náusea, la cual se presenta con salivación y al ser una forma del organismo para eliminar sustancias nocivas, simboliza entonces que por medio de la boca se expulsan palabras, sensaciones, amor y odio. Por medio de las palabras que salen de la boca nombramos lo que existe y lo que está y si aun no tiene nombre lo que necesitamos nombrar, tomamos el papel de Dios y nosotros le encontramos un nombre (necesidad del hombre de pertenecer, nombrar, significar).Roquentin es un eterno observador y crítico del mundo. Menciona siempre lo que observa, lo escribe en un diario en el que él podrá encontrarse si es que algún día decide leerlo en voz alta. Él escribe o quiere escribir sobre un personaje y al no poder hacerlo, prefiere irse a París. Comienza Roquentin diciendo que tal vez lo mejor sea escribir un libro para conocerse, porque no hay ningún amigo que lo nombre, por lo tanto él no existe para nadie, está sólo y por lo tanto no existe. ¿Entonces sobre qué escribir?Cualquiera que se atreva a nombrar lo impronunciable se identificará con Roquentin, porque los fuertes comentarios de la vida cotidiana de 1932, según fecha del diario en el que además de hacer un recuento de sus actividades diarias, hace una fuerte crítica de los prototipos de personajes cotidianos, mundanos, vulgares y llenos de desamor, cólera, angustia, enojo, ternura...El personaje principal se debate entre el bien y el mal, entre la existencia de su persona y la no existencia, entre el absurdo de la vida y del amor, del olvido y del tiempo que nunca se detiene para pedirnos un favor. Cualquiera con ánimo y fuerza para hacer una crítica severa de sí mismo y de los demás se verá identificado con el personaje principal.“La náusea” escrita por Sartre es una visión particular, no por eso menos aguda y concisa de una época, de un círculo cerrado de personas, de una forma de vida llena de carencias. Describe excelentemente escenas cotidianas, en éste caso el autor es un filósofo y por ello Sartre no escribe una novela, sino un ensayo enorme sobre existencialismo, sobre posturas filosóficas y termina cuestionando a todas. Su personaje habla desde la boca de Sartre y desde ahí observa, cuestiona y se defiende. Porque la crítica es al final un mecanismo de defensa así como su eterna voz que jamás se calla. La ausencia de silencio en una persona indica miedo a la soledad, a la compañía, le teme a la gente y a los habladores, a los que no se permiten ser juez y parte. Roquentin muestra día a día sus sensaciones, muestra una cotidianidad llena de sensaciones intensas, de pasión y no hablo lentamente de la excitación física, sino mental. Existen otros personajes: ‘el Autodidacta’, es el claro ejemplo del que sabe mucho pero no sabe aplicarlo, del que lee siempre y habla de lo que ha leído, pero de la vida no sabe nada, del que se refugia en los libros imaginando que eso le dará poder algún día, el que dice que le interesa la gente pero en realidad sólo le interesa él en este mundo, los demás no le importan, sólo lo dice para aparentar conmiseración y se le catalogue como buena persona. Otro personaje que aparece y tal vez es mucho más sincera, es la señora, la dama Françoise, personaje que se relaciona sólo sexualmente con Roquentin, es la dueña de una casa de citas, casa donde él se hospeda mientras está en Bouville. Otro personaje es Anny, el eterno amor de Ronquentin, por ella vive o así lo comenta en su diario, porque sólo por unos días el encuentro con Anny es lo único que le mantiene vivo. Anny, mujer cambiada por los años, mujer cínica no por gusto si no por necesidad porque la vida provoca cinismo cuando es sarcástica con nuestros sueños. Anny busca a Roquentin no para hablar de amor sino para despedirse de su pasado, a su manera nada sutil, pero efectiva.La época del a que habla Sartre no es muy distinta a la de ahora, si nos proponemos el trabajo de salir diario a un café y escribir sobre las características mundanas , visibles e invisibles de la gene, saldrá algo muy parecido a “La Náusea”, no con esto menosprecio el trabajo de un filósofo, simplemente comento que la esencia de la humanidad sigue intacta porque es y será siempre la misma. Siendo pesimista, somos egoístas, locos en potencia, farsantes por necesidad o gusto, buscamos el placer aunque lo enmascaremos de inocencia o de bondad, pero todo al final es un disfraz. “Siempre es la misma función, el mismo espectador, el mismo teatro en el que tantas veces actuó y perder la razón en un juego tan real, quizás fuera un error... cúrame esta herida por favor...” Buscamos ayuda siempre por medio de la locura o de la cordura, por medio de la palabra o del silencio. Roquentin era filósofo, no historiador...
“¿Qué demonios ocurre cuando miradas no se encuentran?...”

“La Náusea” de Jean Paul Sartre
Lunes. No importa la fecha ni la hora. Es Léon, México.
Despierto llena de miedo convencida de mi no existencia. Me observo al espejo y me entero de que hay un reflejo en él que definitivamente no soy yo. Salgo de la casa, encuentro a gente extraña que sonríe, que invitan a tomar café siempre y cuando vaya sola.
¿Existo o todo es un sueño, todos están organizados para mentirme esta noche?

Martes.
Me siento incomoda, no hice nada, pero aun así me siento como puta. Sonreí cuando no quería hacerlo, hablé cuando prefería callar ante las estupideces de todos, ante las banalidades y los logros de los demás. Me interesa una mierda que mi mejor amiga sea la mejor de la clase, me interesa un carajo que mi novio me ame. Estas mis piernas se mueven dentro del espejo, estas mis manos tocan una cara que no es la mía, hay un cuerpo del otro lado del espejo que definitivamente no es el mío. Doy un grito lastimero y no recuerdo mi nombre.

Miércoles
Despierto, hay clase, como siempre. Debo hacer un ensayo sobre “La Náusea” de Jean Paul Sartre, pero no encuentro el momento para hacerlo. Salgo de casa y callo frente a un profesor que dice saberlo todo pero miente, yo sé que miente inevitablemente, le pagan por mentir, le pagan para que nos hable de cosas inexistentes, de utopías; nos pondrá buena calificación a todos, no quiere perder su empleo, no debe perderlo porque tal vez tiene hijos y esposa que mantener. Una amiga me habla de su novio, me cuenta de lo bien que les fue ayer en el antro, me dice que extrañó mi presencia, que hubiera ido. Algo pasa, ella de repente se calla y sólo balbucea, ella ya no es ella y se desvanece. Me quedo sola en medio de la escuela, todos se han ido. Salgo de ahí convencida más que nunca que todo es mentira.
Llego a un café, saco mi libreta y escribo: siento náusea, tanta información dada por mi amiga me ha provocado náusea, sus palabras entrelazadas por muletillas llenas de vacío han provocado náusea. Escribo sobre Sartre, y pienso en su filosofía y en su náusea, en esa sensación tan desagradable que le ocasiona a Roquentin, su personaje principal. Quisiera hablar de las personas como él lo hizo en su diario, quisiera tener la claridad para escribir sobre todo lo que me rodea, quisiera escribir un libro aunque éste me llevara a la muerte, a una tristeza inmensa, eterna. Quisiera hablar de otros y así descubrirme. Sería como una selva descubierta por todos excepto por mí. Espera un momento... ¿no hacen eso las putas?
Quisiera escribir detalladamente sobre cada sensación vivida en el transcurso de mi día, soy una persona de poca edad ¿qué puedo vivir? Siempre preguntan mis padres, no me dan la oportunidad de vivir intensamente como todo adolescente. No puedo terminar el ensayo sobre Sartre...


Jueves
Despierto temprano para ir a clases, decidida estoy de escuchar y aprender, de platicar y convivir sin esfumarme. Hay un momento libre entre clase y clase, voy a la cafetería por un café y escribo más sobre el personaje de Sartre: Roquentin. ¿Realmente estaba sólo? ¿Realmente quería escribir un libro? La náusea que sentía ¿qué significaba?. Su amada Anny decía la verdad sobre el pasado y lo perdido, ¿porqué él no había intentado alcanzarla y rogarle y suplicarle que no se fuera?... yo lo hubiera hecho. Ellos solamente al despedirse, sólo se miraron como cuando una persona al morir se queda con los ojos abiertos sin despedirse. Así, como viendo la nada y como viendo sólo un punto fijo. ¿Porqué es tan cruel la vida? ¿Porqué el amor se esfuma y no queda nada, sino desprecio, indiferencia?...

Dos horas más tarde...
No he entrado a clase, debo hacer el ensayo porque es para ahora. Roquentin dice verdades fuertes para el oído, en alguna descripción que hace de él mismo o de los muñecos que tiene alrededor, la persona que lee se siente identificado.
Habla de cada una de las sensaciones vividas, de lo que observa. Escucha Jazz y lo comenta, observa peleas de amantes, despedidas, encuentros. En cada uno de ellos se ve reflejado, existe a partir de ellos. Al final del libro muestra Roquentin su amabilidad hacia una persona que le causaba cierto desprecio, el autodidacta. Le cura o intenta curarle heridas, no le juzga porque ya bastante lo ha hecho, se despide de una ciudad y de un proyecto y de una vida y de su amada y de él mismo, porque esos días vividos en Bouville le han cambiado. Ahí dejó parte de náusea, ahí dejó una vida como historiador. Es curioso cómo el que escribe siempre encuentra absurdo ese trabajo: escribir un libro no sirve de nada, sin embargo lo escriben y dentro de la trama dicen que sirve para nada.

Este diario es un ejemplo absurdo tal vez, de “La náusea” de Jean Paul Sartre, en ese diario él detalla a conciencia todo lo que vive, lo que le duele, lo que le hace ilusión y por medio de éste casi monólogo él describe a una sociedad del año 1932, escribe sobre los intereses de un filósofo e historiador. Cuenta desde su lucidez momentos de completa cordura. Hubo líneas que sentía vacías, pero todo se lleno con la última frase dicha por el personaje. Al final de un libro todo toma forma, todo se entiende, la angustia cesa, se evapora y uno comprende todo, comprende uno más si regresa a releer las primeras líneas, es ahí cuando a Sartre se le entiende por completo o un poco más, al menos.

¿ De algo servirá escribir la biografía de Sartre?
Filósofo francés, dramaturgo, novelista y periodista político, es uno de los principales representantes del existencialismo. Sartre nació en París el 21 de junio de 1905; estudió en la École Normale Supérieure de esa ciudad, en la Universidad de Friburgo, Suiza y en el Instituto Francés de Berlín. Enseñó filosofía en varios liceos desde 1929 hasta el comienzo de la II Guerra Mundial, momento en que se incorporó al ejército. Desde 1940 hasta 1941 fue prisionero de los alemanes; después de su puesta en libertad, dio clases en Neuilly (Francia) y más tarde en París, y participó en la Resistencia francesa. Las autoridades alemanas, desconocedoras de sus actividades secretas, permitieron la representación de su obra de teatro antiautoritaria Las moscas (1943) y la publicación de su trabajo filosófico más célebre El ser y la nada (1943). Sartre dejó la enseñanza en 1945 y fundó, con Simone de Beauvoir entre otros, la revista política y literaria Les temps modernes, de la que fue editor jefe. Se le consideró un socialista independiente activo después de 1947, crítico tanto con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) como con los Estados Unidos en los años de la guerra fría. En la mayoría de sus escritos de la década de 1950 están presentes cuestiones políticas incluidas sus denuncias sobre la actitud represora y violenta del ejército francés en Argelia. Rechazó el Premio Nobel de Literatura de 1964 y explicó que si lo aceptaba comprometería su integridad como escritor. Las obras filosóficas de Sartre conjugan la fenomenología del filósofo alemán Edmund Husserl, la metafísica de los filósofos alemanes Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Martin Heidegger, y la teoría social de Karl Marx en una visión única llamada existencialismo. Este enfoque, que relaciona la teoría filosófica con la vida, la literatura, la psicología y la acción política suscitó un amplio interés popular que hizo del existencialismo un movimiento mundial.

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