sábado, 13 de febrero de 2010

ODA A TU AGONÍA

Lamentablemente tu muerte no se acerca

sólo tu agonía está debajo de tus manos.

Tus quejidos de enfermo almacenados junto al café

estallan por las puertas.

Tus hijos siguen vivos y tu mal carácter

seguirá viviendo hasta ser sepultado con tu cuerpo.

Tu hijo no se detiene ante un grito dado para ti,

tu nieta aún no sabe quién es el viejo que anda por ahí,

aún no sabe todo lo que hiciste,

aún no sabe de tus golpes certeros,

de tu tenacidad valiente,

de tu inteligencia desbordada

y menos aún de tu promiscuidad delirante.

Tus amantes hablan muchas cosas de ti

pero aún así quieren verte en tu lecho de agonía,

quieren darte el beso de despedida,

y yo, tu hija mal nacida y negada, quiere verte morir lento.


Tus dolores traspasan el jardín de tu casa,

llegan hasta las matas de café y los plantíos de plátano

y de naranjo, bajan por el camino y llegan a Tlaxcala

tu pueblo natal.


Por qué saliste de ese lugar mal parido,

por qué dejaste de ser pobre para terminar

golpeando a mi madre en una esquina,

por qué tuviste tantos hijos con tantas mujeres

desperdiciando tu poco amor.

Tu agonía se desborda por los cristos

colgados en las paredes.

¿A qué le temes?

No tendrás argumentos para visitar el cielo.

Por ti se inventó el infierno.

Andarás por los círculos de la divina comedia,

pasarás por el purgatorio

y te quedarás ahí,

ni Virgilio ni Dante podrán sacarte.

Tu maldad traspasa tu lecho de muerte,

tus malos actos van más allá de toda conciencia humana,

tus testículos han envejecido,

tu miembro ya no sabe de orgasmos ni de nombres

ni de placeres.

Tu muerte está cerca, tu agonía es permanente,

tu flacidez se impone ante la pérdida de memoria

de tus esposas, de tus amantes.

La lástima que provoca tu piel llagada por la cama inmóvil

es más lastimera que un perro hambriento callejero.

tus lamentos falsos y tus mentiras milenarias ya no las cree tu hijo

que por última vez te da de comer en la boca,

que por última vez te da un beso en la frente,

que por última vez se acerca a ti sin pedirte un centavo,

que por última vez se compara contigo como cualquier

hijo con su padre,

que por última vez te habla con cariño,

que por última vez habla de orgullo y dignidad

sabiendo que éstos estorban cuando se trata de dinero

y de una herencia esperada e infinita,

que por última vez escucha tu amor mal evocado,

que por última vez sus ojos se parecen a los tuyos,

que por última vez su mano toca la tuya para ser tocado,

que por última vez te acompaña al hospital para que alarguen tu agonía.


Padre, cómo me hubiera gustado que esta carta fuera de amor,

pero es una oda a tu agonía, a tu estúpida agonía.


No has sido más que una emulación torpe de un hombre admirable,

de un hombre fuerte e inteligente,

sigues siendo la piltrafa humana que me engendró,

sigues siendo el hombre sin cariño para sus semejantes,

sigues siendo el torpe que enamoró a mi madre,

sigues siendo el flaco y tonto que estuvo en la cárcel,

sigues siendo el lobo aullando en la puerta para poder entrar,

sigues siendo el poco hombre que no sabe más que orinar,

como todo macho, todas las esquinas de una mesa vacía,

sigues siendo el impotente caballero

que olvida a su doncella en el castillo,

sigues siendo el castigo de mi madre, la cruz de mi hermano

y la amenaza de mi hermana.


Tu agonía me complace, me alegra.


Comenzarás a pagar cada lágrima derramada en cada mujer

madre mía, en cada hijo, hermano mío, en cada brazo roto,

en cada mejilla de mil prostitutas muertas ahora.

¿Recuerdas aquella mujerzuela muerta en el apartamento

doscientos diecisiete?

Ella me nombró en el lecho de su muerte,

ella, mejor que mi madre sabía que existía mi escritura.

¿Y recuerdas a la otra y a la otra y la otra?

¿Y al niño que tuviste en tus brazos y asfixiaste?

Yo ahora recuerdo entre llanto que tus risas y mis ojos expectantes

se fusionaron mientras platicabas cómo lo matabas.

Así de cínico eres.

Tu no recuerdas a mi madre llorando por tu ausencia,

tampoco sabes de las carencias de mi hermano,

ni de los sueños perturbados que he tenido por tu cobardía.

Mucho menos sabes de mi boca hecha llanto

Al saber que hacías tus maletas y te ibas de nuestro lado

al saber que te queríamos.

Tampoco sabes el dolor causado al negarnos.

Más de tres veces nos has negado y no ha habido para ti

castigo alguno.


Apenas comienza y será largo el camino de dicha agonía.

No hay comentarios: