Primero canto:
Unicornio patas rotas
Solitario, distintivo,
ermitaño, retraído.
Personaje
Hada luna blanca
luz solar bien aventurada
Costilla, inspiración de dioses,
Semidiosa de mi soledad
Personaje
Unicornio y Hada
Hada y unicornio
Personajes encontrados
Encontré a dos personajes.
Encuentran miradas semejantes,
similitudes propias,
Colores sonoros y cantos devotos.
Se encuentran entre dos ramas de eucalipto, entre bosques y guerra,
entre luces negras, sangre plateada, ficciones aladas y cuerpos rojizos.
Increíble aventura de duendes verdes y chatos que dicen,
sólo dicen dónde encontrar a magos invisibles,
a Jesucristos sin estrellas, a felicidades desorientadas,
a príncipes-ranas verdes y azules.
Buscan a Felicidad:
tierna amiga,
sabedora y luminosa,
cómplice marina.
Actante
Buscan entre polen viejo y amarillo,
Buscan entre musgos desiertos y lunas llenas.
Noches y días, mañanas y tardes.
La encuentran, se encuentran
y se buscan en historias
fantásticas.
Hada luna blanca
Unicornio patas rotas
Felicidad a su lado
Duendes y magos en fiesta del alcalde
Bosque sin guerra
y juglares diciendo
historias como ésta
a príncipes azules
solitarios.
Segundo canto:
Hada
Busca aquello que no encuentras
Aquello increíble y fantástico
que buscas y no encuentras.
Hada
Dice el unicornio que él a ti te busca
Dice el unicornio que tu bien conoces su felicidad
que en tu nombre encontró mil aventuras
Hada
Unicornio conoce tu negro velo de muerte
Conoce tu faz horrorizada ante soliloquios ancestrales
Conoce tus pasos cortos tu llanto y curiosa sombra.
Unicornio
Ella te busca
Unicornio
Ella no te encuentra
Duendes zorros ardillas
y puntuales conejos
dicen a unicornio cómo encontrar
al mago tardío al mago sólo
Unicornio
vidente Merlín te dirá increíbles aventuras
donde encontrarás a Felicidad
y a su lado el hada te buscará,
fría y temporal.
No te impacientes
Hada
Por difícil camino busca unicornio
Por fragmentos de bronce el tiempo peligra
Por palabras quietas y rostros muertos
búscalo
Hada
Madona ojo de venado
Palma pulida
No te oscurezcas
que malditos demonios encontraran guillotina
y unicornio encontrará
plateados caminos y cuatro direcciones
para encontrarte
luna quieta
brillante y alfabéticamente perfecta
Unicornio hermético
Unicornio sencillo
Unicornio de cristal
No busques la mudes de la flecha enamorada
busca
sólo busca
busca solo
Hada
dile a la luna de ojos grises y boca callada
que diga con su noveno dedo cuál es el camino certero
que decida por fin leer en voz alta junto con el viento
para que unicornio
-al séptimo día de viaje-
te encuentre
en tu lecho delirante.
Tercero canto:
Duende, noche con resaca,
Ombligo, metamorfosis,
Aire gris oscuro,
Soledad esquizofrénica.
Mago neurótico en pleno viaje.
Bosque y llana guerra.
Cuento de hadas
Cuento de locos
Cuento de mierda
Hija de aquella madre
que perfectamente encontró una noche
perversiones en tu cama
que encontró
incluso
unicornios verdes
entrepiernas bien sinceras
ranas pintorescas
y aventuras de una noche
Hada
dices que encuentras en aquella madre
hogares incompletos y llantos
como redondas pelotas de estambre
Encuentras tu nombre
Esperanza
Esperarás por siempre
De la vida
De tu cuento
De tu madre
Increíble fantasía
Cuento de hadas
Cuento de locos
Cuento de mierda.
COLOR DE LITIO
incandescente derramado
sobre tierra.
Color de gritos acallados
por el silencio del destierro.
Cuerpos que dan pasos largos
para esconderse.
Cuerpos mutilados por espinas decadentes.
Miradas que penetran
suave piel, sombras que detrás de ti
persiguen sangre, filosas dagas que hambrientas
están temblorosas.
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DIBUJA MIS HERIDAS EN EL CIELO,
háblale de mi cicatriz al viento,
cuéntale de mi silla viuda
y de mis rotos huesos,
confíale mi secreto.
Escríbele de mi chopo de agua y de mi sauce de cristal,
de mis palabras altisonantes, de mis silencios,
de mi llanto sordo y de mi andar
cansado, de mis pies izquierdos y de mi cuarto azul.
Platícale de mi risa inconfundible, de mi diente roto,
de mi corta estatura, de mis zapatos de chabelo,
de mi camisa de franela, de mis pantuflas
como garras, de mi perra somnolienta, de mis collares
inventados y de mis ramos de flores como piedras.
Pero no le digas nunca que me hundo en abismos
de preguntas, que el sol nunca aparece por mi cuarto,
que quiero huir y no esperar nada, que quiero largarme
junto con esa noche estrellada.
No le digas nunca que una parte de mi cuerpo esta muerto,
que una parte mas pequeña se fue
con el águila para hablar de secretos
y verdades, que otra parte se quedo en el mar cantando
junto con las olas mentiras no tan dolorosas.
No le digas tampoco que experimentare
mi propio vuelo desde donde hierve el agua
y aprenderé a crecer al lado del viejo árbol llamado el Tule.
Mucho menos le digas que dormiré
eternas noches en Mitla: lugar de descanso.
A ella no le digas nunca que moriré
llorando por su ausencia.
Sólo dile que gritare su nombre
desde la montaña más alta, que le cantare una noche
junto al amanecer mas largo
y la ola mas grande.
Sólo dile que espere mi último canto.
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MANTARRAYA
Nada
sólo aquella mantarraya que volaba en pequeña cofradía
nada
sólo músculos impacientes corren y pintan tu camino
nada
sólo aquella mantarraya impaciente dice:
oscuridad marina oscuridad marea oscuridad marinada oscuridad mentolada oscuridad moribunda
nada
capricho oscuro
oscuro capricho
bicho oscuro
resulta benigno el azul veneno
nada
ni tu mirada ni mi silencio ni tu impaciencia
sólo tu mantarraya que dice:
calla calla calla
por favor calla
sida láctea láctea sida
carencia de halla
mantarraya
manta sin raya
raya sin manta
nada
sólo aquella mantarraya que sin nada me decía:
ni tu sonrisa ni mi clemencia ni mis reproches ni mi sentencia
sólo tu mirada sólo tu sonrisa sólo unir tu tesis carente de preguntas
nada
todo compete a una sola frase que jamás dije:
no se en qué momento tu cuerpo mi cuerpo el cuerpo perdió perdimos la razón
hay esquinas de inyecciones hay mañanas hay panteones donde ni el cuerpo
ni tu sonrisa, ni mi impaciencia, ni tu mirada, ni tu meñique ni mi cansancio
caerán del cielo junto a la luna, junto a Marte, junto a venus,
serás, seré seremos el sol yaciente del cuerpo de la piel
piel como lenguaje como tatuaje como pelaje como papel amarillento
donde escribiré todas las noches
luna luna luna
nada nada
no te digo mas
no ladrare mas
cantare en silencio
te besare como un ciego
seré tu manta raya seré lenguaje
no abriré mas la boca para decir nada
luna llena media luna luna menguante
luna
por siempre serás mi luna
nada
cantare en silencio
diré ya nada
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LLUEVE EN ESTA CIUDAD GRIS y una línea me indica por donde debo caminar para no verte, para no encontrarte por casualidad. Imágenes vienen a mí y pretendo escuchar el sonido hueco pero tranquilizador del mar, ese sonido que fue como la arena para la iguana en la selva, para el amante solitario que le decía a su mujer: Muévete, muévete y seré naufrago ciego en tu vientre.
Ahora me digo amante solitario, arena, iguana y agua vagabunda que caminan sin sentir las llagas de sus pies y hablan de las llagas de sus manos que les salieron por amar demasiado aquel verano insospechado.
Cada piedra y gota evaporada me hablan de tu piel plateada, cada murmullo hiriente de los carros volátiles provocan en mi sino un tatuaje que forma lentamente tu figura, cada aventón en el metro de mil cuatrocientos cincuenta y ocho pasos deletrea tu nombre y consolida el ultimo beso en tu sillón sagrado.
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Descíframe por las noches en las que no me encuentras
Descúbreme en los poros de tu piel
Conóceme en calles repletas y metros desolados.
Penétrame con tu mirada a plena luz
Transcríbeme en tu lienzo blanco en el que te reflejas
Interpreta mis silencios que son como olas despidiéndose
Platica con las mujeres de las que hablo
Confiesa tus secretos delante de mi túnica dorada
Canta a voz en grito tus miedos, esos de los que hablas murmurando
Roza tu boca contra mi silencio
humedece mi secreto
Permite que éste enjambre hecho animal se acerque un poco a ti
Admite que mi treceavo beso toque un poco de coraza que lleva tu nombre
Siente el volcán que llevo dentro,
Siente, tan sólo un poco el fuego que desea quemarte por siempre
Paraíso, sos mi paraíso.
Regálame dentro de un siglo tu nombre y tu misterio
Toca mi séptima costilla para que no me olvides
Introduce tus labios en mi ombligo para que viva
Hazme esclavo de tu vida y crucifica éste diáfano cuerpo
Vivo, no sé porqué vivo, pero sólo vivo
Para verte, para despedirme, arrepentirme, arrodillarme
Me levanto, salgo, regreso, te pienso, duermo, me despierto, me levanto, me visto, salgo, te pienso, no te veo, regreso, te pienso, no te veo, duermo.
Puedo morir haciendo esto, puedo dormir y morir sin tenerte cerca.
Con vos estoy en el paraíso
Con vos puedo tocar serpientes mal heridas
Con vos puedo llegar aquel bosque desierto
Persiste sólo un poco, sólo un poco persiste
Si hay despedida en pleno camino
dejaré semillas para que regreses
si hay desamor en pleno vuelo huye sin decir nada
huye para siempre.
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CÓMO DECIRTE QUE HAGO SIEMPRE LO INDEBIDO, que miro el cielo cuando debo fijarme por donde camino, que soy algo despistada, que aun no crezco lo suficiente como para andar por toda esta selva, cómo te digo ahora que te quiero sin decirlo, cómo decirte que incluso te sueño y que el único lugar en el que soy libre es en tus brazos, que te pienso aunque no deba, que presiento cada movimiento tuyo y que te temo, que jamás podría decirte mía porque eres de nadie, serás por siempre la mujer que no tendré, aquella que solo veré pasar frente a mis ojos en boca de otro ser, no serás de nadie, solo tuya, no serás mía, solo de Greta y de Lucia y de esa mujer de cabello con olor a madera fresca, de esa que solo se percibe con la madera mojada y recién talada., de esa mujer cuyas cejas enloquecen a cualquiera, de esas manos que embrujan a la orgía de magos cautivados, de esos cabellos rizados que alucinan en la cruz a Jesús, solo serás, te repito, de Greta y de Lucia.
Sólo te digo mujer que hay huellas que llevan tu nombre, que hay pequeñas grecas en las que me hundo para buscarte aunque sepa que no voy a encontrarte, cómo te digo que eres grata mujer perversa, enamorada y solitaria, que busco salir de tu cintura, pero me ata tu figura. Deseo tener mi boca siempre llena de tu boca, tener mis brazos siempre llenos de los tuyos. Mujer inalcanzable, niña eterna y musa de los dioses permite a este cuerpo moribundo morir una tarde en tus brazos, descansar solo un poco en tu vientre fértil y terso, navegar por tu universo lleno de abismos sin salida.
Sabia desde el principio que un beso me atormentaría, sabia desde que te vi que tu olor lo llevaría siempre, supe mujer caracol, mujer arena que el tocarte seria celestial y el verte provocaría mi muerte.
Jamás imaginé poder vivir sin tu palabra hecha caricia, sin tu mirada hecha canción, sin ese caminar que me invita al paraíso, sin tu risa incitándome al mar inmenso de tu sexo.
Descubrí un poco de ti en plena calle, otro poco en tu sala y lo demás en tu cama. Sé también que no podré conocerte toda, que llegará un día en el que te derrames lentamente en mis brazos hasta desaparecer, no volveré a verte, jamás mis ojos podrán tocarte como lo hice una mañana fría y nublada. Incluso presiento que ese día llegara pronto, no quiero apresurarme, pero lo presiento. Tal vez tu lo pedirás, tal vez yo, tal vez nadie.
Solo te ruego adonis que nunca me despidas de tu cuello, que jamás alejes mi recuerdo de tu piel dorada, que nunca limpies esos besos que dejé en tu cama, no me destierres al olvido porque entonces me obligarías a maldecir el día en que te conocí, provocarías mi muerte lenta y segura.
Qué no daría ahora por recorrer con mi lengua tu cuerpo lleno de corazas invisibles y sensibles, penetrar tu espalda con la cuenca de mis ojos ciegos, delinearte con la yema de mis dedos envenenados por tu salada agua, beber de tu boca hecha corazón la sangre extraída de batalla ganadas.
Quiero ver la danza de tu cuerpo sobre sabanas de seda, escuchar tus sonidos atonales provocados por el arte del amor, presentir tu llegada al cielo, percibir tus palabras llenas hacerse vacías por tu fuego interno. Prende mi cuerpo hasta que me sea imposible salir de las llamas de tu hoguera, navega por mis labios sin temor a una tormenta, impregna tu cenizas en mi piel, apodérate de mi cuerpo y cabalga hasta que encuentres el paraíso. No importa si decides quedarte ahí siempre y cuando me llames de vez en vez para aplacar un poco esta flama que se apaga hasta casi desaparecer.
Duelen poco las heridas que no sangran, que solo duelen....
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No debía de quererte y sin embargo te quiero.
No debían mis dedos imaginar tu cuerpo y sin embargo lo hacen cada vez que Marte se acerca a la tierra.
Que si te recuerdo, que si aun te quiero.
Que cuantos lunares tengo, que cuantas veces te he amado en orgías imaginarias.
Preguntas que haces por escrito. Preguntas que invaden mi cuerpo.
Respuestas.
Respuestas son las que no tengo, son las que se van cuando llega tu ausencia.
Mujer del Mediterráneo un día te dije. Venus en llamas te nombré una noche. Bendita maga que alumbraste mi camino. Mina de seda murmuro tu nombre cuando lágrimas me apresan.
Calla por ahora tu destino.
Calla sólo por ahora el cuento que me cuentas a solas.
El cuento que cuenta mis lunares.
No menciones por ahora el miedo que le tienes al ave fénix.
Guárdame un cuento para cuando regrese de este viaje.
No tardare más, lo prometo.
Sólo vine a esta realidad que ciega, que transforma, que hiere.
Dicen que sé demasiado y por lo mismo ya no sueño.
Dicen que conozco de más a la muerte, al Inframundo llamado cotidianidad y que ya no pertenezco a esta ciudad.
Dicen que no moriré aunque tanto así lo desee.
Mujer de ojos felinos.
Mujer cuya danza es ardiente.
Mujer de tantos cantos cantados.
Mil mujeres en una, mil gemidos que salen de una sola boca.
Espero nunca tu llanto me nombre
aunque jamás respuestas salgan de mi boca.
Espero tu piel nunca me olvide
aunque por largos periodos no me toques.
Dame tu mano por las noches cuando me sueñes.
Yo camino a tu lado siempre aunque no me sientas.
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Hace poco conocí a una mujer con dos manos que podían matar, tenia dos ojos (cosa extraña) que hacían guerrillas cuando estos se plantaban en el cuerpo suelto de cualquiera. Cantaba con su boca de vergel secretos de alcoba de amantes solitarios, murmuraba con sus manos, esas tan extrañas, perversiones que aun no descubría. Ella me decía que era Santa, cosa extraña, que no era capas de besar a nadie que ella no conociera bien, que no era capas tampoco de entregarse a ojos ciegos, a manos frías, a cuerpos vacíos. Decía que lo haría sólo con Ángeles. Jamás le creí, pero la seguí buscando, sabia que en el fondo deseaba cualquier cuerpo y caricias lentas aunque no fueran sinceras, besos intensos y fuego de piel desnuda. La contemplaba, escuchaba sus silencios, eran poco frecuentes, con sus miradas esquivas me decía tanto, por ejemplo, que anhelaba desnudarse y mostrar sus heridas, que no sabia olvidar a su verdugo, su silencio me hablaba de miedos bien enterrados y de sueños ya olvidados, que deseaba gritar ese silencio que desgarra almas solitarias, volar mas alto que los rascacielos y despedirse al menos por un rato de este pavimento citadino, ardiente y esquivo.
Esa mujer con manos llenas de cicatrices por no saber amar, me enamoró con su voz llena de flamas, con sus manos, esas tan extrañas, que escribían silencio y se contradecían a la hora del amor. Me invitó a volar una noche en la que no había luna y en la que dejé por un rato libre mi corazón. Creo que aprovechó ese momento para hablarme de amaneceres, de arena marina y de caracoles disecados, de monedas de plata y de paletas amarillas que no significan desprecio, de crucifijos que se envuelven con mentiras y laberintos sin salida, de lloviznas que desaparecen por un momento y de tardes llenas de melancolía.
Maldita mujer, bendita efigie que entró en esta mirada en la que después ya no la encontré. Esta misma mirada que le gritaba a esa Venus en llamas que la deseaba.
Maldita mujer, bendito hechizo el que hiciste para que estas manos dibujaran tu desnudes jamás nombrada; bendito conjuro iluminado que te apareciste para nombrarme por ultima vez en esta mi corta vida.
¿Porqué? Siempre termino preguntándote, porqué nunca me encontré en tu mirada, porque me perdí en tu laberinto, en ese que construiste para que no me encontrara después de besarte: ilusión nocturna y cómplice de la noche. Te dije más de una vez que te amo y te perdiste entre la niebla porque te asustaste. Te pedí más de una vez que no te fueras, que te internaras en este bosque dispuesto para darte cobijo, pero te largaste.
Tal vez tienes razón, tal vez siempre la tuviste. Tal vez siempre diste un paso de más, nunca te despojaste de ese traje de hierro que te caracteriza. Solo querías ver como eran mis heridas para tocarlas, para sentir esa sangre ya un poco seca en mi piel marchita. Sólo querías descubrir la lujuria que siempre ha habido en ti para después dársela a tu verdugo, ese maldito verdugo que te obliga a alejarte de mi. Yo, que tal vez nunca seré tu príncipe pequeño, pero si podía ser ese árbol en que te resguardaras de la tormenta próxima en este verano.
Yo, que jamás podré obsequiarte una tarde llena de risas porque mi silencio es mi mejor acompañante, ese mismo silencio que me ayudo a descifrarte, a conocerte en el planeta de los signos. Maldito silencio, también lo maldigo, porque fue el mismo que esa tarde me obligo a rogarte en silencio que no te fueras, que te quedaras un poco más, ese mismo silencio que me invita a cantarte sin mover los labios, solo los ojos, estos ojos que estaban dispuestos a morir para seguirte viendo. Estos ojos, benditos ojos que te tuvieron por un instante y te murmuraron cuánto te amaban. Malditos ojos que ahora se acostumbran a sólo tener tu sombra. Bendita sombra que te quedas para repetirme que no vuelva a dejar suelto mi corazón, extraño corazón. Extraña mujer con ojos y manos extrañas...
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Congelo el agua evaporada
bajo mi ropaje viejo,
sostengo e invoco al calor sumergido
en el verde seco de las hojas otoñales.
Adolorida estoy por sostener tu amarga caricia,
beso que das por una mirada incalculable,
olor perenne que interrumpe tu recuerdo,
sumergido estoy invocando tu deseo.
Musa desconocida te concibo
bajo mi tinta china y pincel de pelo marta.
No conozco la mirada de tu piel,
dibujo con palabras desconocidas
tus senos blandos
mientras murmuro la penumbra de tu sexo.
Una línea de luz me divide.
Un dibujo de acuarela me subyace.
Una silla de madera me contempla.
Una hoja blanca y tu mano morena me despiden.
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DOROTEA escribía para inmortalizar a su amado, para matarlo y sacarle de su corazón. Siempre firmaba con seudónimo para no robarse a sí misma su alma. Andaba por el camino amarillo de Venecia. Seguía pasos ajenos. Navegaba en góndolas guiadas por fósforos de color marrón.
Dorotea fue expulsada del paraíso por decirle a su costilla “Quítate la ropa y hazme el amor”.
En silencio lloraba, en silencio lo amaba. Le esperaba cada noche para así recuperar su dolor ya olvidado.
“El amor eterno no existe” rezaba a menudo. Letanías extrañas murmura en las que aparecía su nombre y los pronombres tu y yo.
Ella sólo menciona que le ama cuando ya le ha herido, sólo le pide perdón cuando ya le ha amado.
Dorotea tenía amigos de hojalata, confesores como leones y espantapájaros como médicos de cabecera. Caminaban todos por el mismo camino amarillo de Venecia, guiados por el color rojo de los balcones. Cantaban y vitoreaban al mago de Oz quien les haría encontrar su lugar en aquel estanque de agua oloroso y fértil.
Continuamente, Dorotea, en su pensamiento pronuncia mi nombre.
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HANSEL Y GRETEL. Hermosos amantes. Acusados por violar aquello mal llamado humanidad.
Hansel: arrogante y caprichoso.
Gretel: sumisa y sensata.
Diferentes animales para estar unidos. Diferentes amantes en una misma alcoba. Contrastantes caricias en una misma piel.
Arrogancia y sumisión, parece el perfecto lazo de unión para dos unicornios solitarios.
Cuántos siglos de ignorancia ante inusitado hecho, cuántos misioneros en hoteles de paso y en casas decentes. Cuántos discursos tatuados en la frente. Cuántas ideas mutiladas antes de ser concebidas.
Solsticios y temblores, matanzas y equinoccios. Hansel y Gretel seguirán unidos por el ombligo, siendo éste, lazo invisible a lo medieval, verdugo incauto del poderío de un pueblo. Epidemia incurable ocasionada por un cordón que se pierde en el camino.
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ALMUDENA
De azúcar y de sal es Almudena. Por la paz pelea ella. Su guerra interna le carcome la voz, esa voz tierna y clara que junto a su mirada suave van con ella. Almudena es su nombre, nombre gitano, de las costas de España. Es del mar su nombre, no ella.
La sabiduría de Almudena convierte el tiempo en secreto, e l aire en canción y la eternidad en un beso. Almudena es feliz al estar en lo alto de un monte, grita y ríe, gusta de aventarse y buscarse en el camino, libre se siente al exclamarse Almudena. No se nombra Greta, Lucia, Helena, se bautiza Almudena, virgen madrileña. De niña recuerda un cuento, cuento al fin, donde aparece ella, por tal razón decide sentirse, verse, vivir siendo Almudena. Lánguida y sufrida Almudena. Ella se vierte de un vaso de licor y cada media noche bebe del vientre del amor. Inhala la coca del placer, perfora a la luna y sus brazos le entrelaza.
Almudena se come a pedazos, por el sudor se desliza y comete locuras en las hendiduras de su piel.
Almudena muere sola con rosa de mano, manta blanca y colchón negro. Bajo su cama la muerte descansa. La muerte infinita y delicada.
Almudena muere frente a su muñeca alegre, entro yo, y sólo veo sus pies verdes.
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ESPERANZA paraba el tiempo entre gritos y tabacos de deseo, sexo y algo más. Comentarista de medio día, fines de semana y tertulias de una hora. Pasaba el tiempo entre humo tinto y vino espeso. Sin nadie más, sólo ella y su veneno parcial.
Continuaba el sueño despreocupado e inoportuno.
Lo tenía todo: anarquía, erotismo y virtualidad en un solo lugar.
Agonizantes los días transitaban de un trago a otro, de un papel arroz a figuraciones místicas, continuando así por el sendero de lo callado y lo no vivido. Sólo ella y su porción, su tagarnina y sólo ella.
Almacena, regresa y aguarda, contempla el alba aniquilante debajo de la frialdad enmohecida.
-El orgullo es una mierda- continuamente anunciaba a todo aquel torpe que se le enfrentaba.
Misógina de nacimiento y rebelde por accidente.
Jugaba con olas y sabía que la arena era su amante, esa que se marchitaría al instante de haber llegado. Continuamente se quedaba por las noches esperando. Aquella mujer que se desgarraba con el viento y le contaba a la sal que se quedaba en su piel lo que imaginaba hacer con su amante en turno.
Esperaba sola esperanza, que ya no esperaba nada.
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MARÍA MAGDALENA atraída por todo aquello que le llevara lo inverosímil de su vida. Encantada estaba por lo subjetivo, por las cigüeñas y bufones. Harta decía estar del placer afónico, del dolor incipiente y de las fobias inquietas e inconclusas. Caminaba lento, tan lento que el ratón y la tortuga platicaban de sus pasos, tan lento que el viento cargaba su cuerpo sin dejar huellas falsas.
María Magdalena, corta de espacio y de nombre largo, pies pequeños y cintura endeble. Caminando, siempre caminando. Pensaba, sólo pensaba.
Hablaba poco, haciéndolo solamente cada tercer día a las dos de la mañana. Comenzaba con mayúscula y continuaba con minúscula, charlaba durante dos párrafos y callaba, había silencio y continuaba con uno más para así decir el punto final del pensamiento. A las veinte horas María Magdalena bailó el último son de Veracruz.
Bebió del obsceno vino del amor para así morir de repente, para morir simbólicamente y poder nacer de nuevo al calor incipiente del circo beat, para germinar continuamente al teatro vidal y no morir jamás.
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ERAN OSCURAS LAS NOCHES. Duendes agotados bailaban. Magos aventuras concedían. Príncipe por hechizo convertido. Increíble aventura a Hada le esperaba.
Centenares de siglos pasaron.
Unicornio encontró la felicidad. Hada vive con príncipe. Las noches siguen oscuras. Magos mueren lento. Zorrillos esperan su cuento.
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MANDO MENSAJES A UNICORNIOS. Navego con palabras al viento. Cuento increíbles aventuras a los buzos. Calienta el sol espadas submarinas. Hadas transformadas en arena. La brisa ahora la contemplo. Detengo en la mirada caracoles. Sueño con sendas profundas. Felicidades se despiden de fantasías secretas. Tu selva me llama en este mar. Tortugas apenas llegan cansadas. Ando en carretas sobre islas. Dejo restos de huellas. Hago caminos extraños. Lanzo cantos de papel. Naufrago en ríos desiertos. Dialogo con magos. Me doy baños de lunas. Espero tu señal.
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ÉL LA AMABA, decía hacerlo y lo hacía.
Lloraba en el sillón roto mientras ella moría lento como aquel invierno en el que perdió la esperanza de sostener de nuevo su bastón en el suelo.
Mientras ella suponía su frágil destino, él aun la soñaba en noches desiertas como ésta.
Canas tenían los dos en el tiempo, tenían recuerdos en un solo momento. Cuando ella lloraba, él sonreía y mientras él fatigado contemplaba el suelo, doliente también sostenía su amargo etéreo.
Miraban el pasar del sueño, cada vez más instintivo. Ella blanca y él moreno, ella pequeña y el muy grande, él sensato y ella siempre fantaseaba, él recio y ella frágil. Caminando los dos por el mismo sendero pero en alcobas diferentes. Hablando los dos con distintos sonidos. Mirando los dos desde distintos cristales. Juntos siempre de la mano y llevando el mismo paso, nunca a fuerza de hacerlo.
A menudo se les veía solos y en distintos lugares, alegres siempre, enojados continuamente. Su distracción era pelear por el mismo caudal.
De mañana, al salir el sol, así de repente, las miradas se cruzaban en algún sitio, una sonrisa no faltaba, un saludo quizá pero el desayuno estaba listo a las seis de la mañana. La comida era rutina, siempre a la misma hora, pero el manjar nunca se sabía.
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ESPARTACO
Encadenado estaba Espartaco bajo el preludio sonámbulo de la luna. Ocultaba la sordidez de su camisa, lo opaco del espejo, pétalos juguetones que desgarraban su camino. Negaba la dulzura de los pechos de su amada, negaba las piedras que intuían su soledad. Corría bajo la lluvia dormida para encontrarse de nuevo como en un sueño, pedía que la luna descubriera su humedad. En la nada se imaginaba hablando con canciones de tiempos fragmentados, se descubría hablando soliloquios en espejos fracturados.
¡Espartaco, Espartaco! Murmuraba su nombre creyendo haberlo olvidado. Tenía tanto dolor que encantado estaba por las penumbras invernales. Cerraba puertas y descalzo caminaba buscando cristales para hacer caminos. Intentaba viajar en escobas voladoras porque en su cabellera tenían escrito su destino. Pedía para su muerte un puño de tierra, un ramo de flores y una palabra bella de la boca de su amada imaginaria para no quedarse mudo.
Ese Espartaco que en espejos se veía y su contorno fraccionado veía reflejado. Ese mismo Espartaco que de niño jugaba con miradas que trazadas en las nubes sonreían. Espartaco, aquel que si te mira, podrás ver a los cuatro vientos y el pasado en sus ojos, el mismo que nunca será rescatado. Si le miras, podrás de nuevo tomar altura y será un jardín el mundo.
Amanece y vive en la sombra del agua, nos mira a distancia, sueña nuestro sueño, es el conejo de la luna que aparece sin ser llamado a media luz. Arde en la selva y se empapa de imágenes intolerantes. Es carne de cañón, es insensato, es cielo nublado y día lluvioso, le juzgan por dormir semanas y viajar en barcos de papel, le juzgan por mantenerse a la orilla del sazón humano.
-Hijo, despierta, mira sólo un poco, ve éste cielo que trae Miguel Ángel y ve éste espejo que trae Picasso, ése azul que pintó Miró-
Escuchaba eso cada tarde que veía a su madre en la cama llena de clavos y mantas blancas. Veía incluso esos libros que un 20 de julio le dejaron debajo de la almohada.
“¡Espartaco, Espartaco!” susurraba de nuevo su boca helada en las noches de luna menguante, se espinaba con rosales del jardín y gritaba de fuera hacia adentro como si le hubieran talado parte de los sesos.
Esporádico era Espartaco, tenía jornadas incansables de imágenes abstractas, mientras las orillas de su cama se convertían en parte del navío en el que se encontraba.
Gritaba por la noche”¡A baboooooor, a babooooooor! ¡Tierraaaaaa, tierraaaaaa!”, así Espartaco se hundía cada crepúsculo en mares llenos de peligro, navegaba en barcos fantasma y brincaba en lanchas de madera para que salvaran su vida, navíos llenos de recuerdos, de sombras que sólo le anunciaban a Espartaco su cercana muerte y su lejana vida basada en la razón.
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MARCAS DE AGUA
que trazan tu vida
marcas de piel que te desnudan,
marcas de sangre que te aniquilan,
que te humillan, que te acaban.
Postura de manos que evoca
la oscuridad de tus senos.
Imagen postrada en la memoria
negándote con cada sombra.
Línea tras línea,
hora tras hora,
apenas vivo y quedo,
muy quedo muero.
Segundo a segundo,
marca tras marca,
sombra tras sombra.
No despiertes que apenas vivo.
No hables que apenas muero
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BLANCA NIEVES
Blanca, llena de nieve comenzaba de nuevo. Iniciaba el largo vuelo de emprender el fuego. Sentada se quedó hasta llegar a Atenas. Visitó mezquitas en la India para recordar a sus abuelos. Visitó también hombres necios que la acusaban de ser blanca y bella.
Siete duendes visitaban a Blanca en sus sueños, siete deseos pedía cada año bisiesto, siete vidas tenía Blanca en su ropero y siete hermosas lunas se veían en su cielo.
Continuaba Blanca sentada en su locura. Continuaba Blanca observándose en su espejo, en donde veía a su gemela horrorizada, a su madre perseguida, se veía ella tejiendo su destino. Llena de locura estaba, no escuchaba nada, leía los labios de la muerte angustiada, olía lo frío del ataúd envestido y dormía con toros enfurecidos.
Me acaricia Blanca por la cara. Su invierno me respira.
Blanca como la nieve que lleva por dentro, blanca como el semen de su padre engreído.
Morirá feliz en medio de la blancura del deseo, en medio del tiro de gracia que se dará a la mitad del vuelo. Por fin morirá, por fin será escudada por sortilegios hechos agua, por fin conocerá la risa fuerte, los pasos largos, por fin escuchará la trova del viento. Sentirá la suavidad eterna de las nubes y la blancura aparente del agua inmensa.
Sólo te pido Blanca, que visites mi lecho cada año bisiesto, sólo te pido BLanca, que guardes una bala para mi vuelo.
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SOLEDAD DE SOLEDADES he muerto.
Haz muerto sola, solas.
Todas, ninguna.
Con maleta en mano hemos muerto.
Al llegar la noche.
Al irse la luna.
La vela anuncia tu llegada y mi partida.
Ola tras ola repiten mi muerte,
murmuran, susurran mi falacia.
Hemos muerto por un balazo en el sillón
y un tropezón en la escalera.
Caminamos frente a la taza de pan,
el tarrón de azúcar y el piso de sal.
La escopeta te ha quedado grande,
te sientas sobre ella y no te señala.
La soledad invade la luna,
deja camino de besos y pasos pensados.
No te asomas de la cama sólo salen tus manos.
Nos invaden las estrellas y el sol.
Desierto está mi rostro, tu rostro, su rostro.
Pequeña estoy ante la muerte,
disfrazada de melancolía me encuentro.
La puerta no contiene aun mi llegada turbia.
Soledad de soledades he muerto.
Hemos muerto sola, solas.
Todas, ninguna.
Callada la mirada nos persigue a cuestas.
Mujer me llamo, Mujer te llamo.
Mujer nos llaman
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TU MIRADA DE FELINO
la presiento.
Tu rasposa lengua por las noches
la contemplo.
Tu aliento una vez más murmura
mi nombre quemando mis huesos.
Pantera sigilosa te deslizas,
confundidamente oscura,
elegantemente reservada.
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SI METÁFORAS Y ANALOGÍAS
pudieran convertirse en realidad,
como por ejemplo:
Tengo tu corazón en mis manos,
he tocado a la muerte,
te hago el amor cuando beso
tus ojos.
Yo te diría entonces:
Quiero embriagarme de ti
y morirme al día siguiente,
quiero comerte en un respiro
y parirte en un instante,
quiero ser el escalofrío perpetuo
que interrumpe tu memoria.
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EVOCACIONES
Vienen con gran decoro
los recuerdos,
traen antifaces de felicidad
siendo tan sólo una estampida
de tristezas.
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MURMURACIÓN NOCTURNA
Mi sombra me persigue,
me arrastra, me humilla,
me aniquila.
Intento atraparla.
Intento ganarle.
Es el tedio de vivir cada día.
es el tedio de morir cada noche
al dormirme.
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CONGELA EL VIENTO
Mis dedos
Calcinan los recuerdos
Mis huesos
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NO HE PODIDO DECIR TODO AQUELLO
que le provocas a este cuerpo
moribundo, a estas mis manos húmedas,
a estos mis ojos lentos.
Cómo decirte de nuevo que tatuado está
tu nombre en cada una de mis venas,
cómo decirte también que sellado
y hecho fósil tu nombre se ha
quedado en mi cuerpo.
Espero me recuerdes ahora que muero,
muy quedo pero muero.
Espero hables de mí diario a la misma hora.
Espero no aturdirte con todo
el ruido que acecha mi boca.
Espero me invite tu sombra
y tu silencio a una convención
de gritos y visiones.
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AMARILLAS LUCES la señal esperan
Alertas todas
Sigilosas
Murmurando la estrategia
Planeando mi partida
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SOL DE MEDIO DÍA
Hoy yace una tarde fría
lánguida y doliente.
Hay silencio y soledad.
El viento gélido contrae mi útero,
endurece mis senos, vigoriza
mis pezones,
debilita mis palabras.
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NO PUEDES PENSAR EN MÍ SIN SER ROCA,
Sin dejar de vestirme y después
ser un animal errante de la lluvia.
Intento ser aquello que soñé
delante del mar que no conozco todavía.
Anhelo poseer todo lo que se quedó
en mis pies el día de mi muerte.
Mimetizo lo que no puedo tener en la
yema de los ojos y continuo vislumbrándote
llena de mares y de rocas,
hablando cada cual de miradas diferentes.
Lugar sin vientre, sin ombligo,
lugar de ojos y espantos,
lugar sin llanto,
mujer escarabajo.
Símbolo de mujer, de ti mujer:
Equidad mortuoria insatisfecha
de una fugaz llama de bronce.
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CLEMENTE se pierde en la noche para encontrarse en la vigilia de la muerte.
Conocer su nombre no es lo importante, lo esencial es entender lo que busca y no encuentra de la vida, su vida que tal vez sea mi fin.
Pensar Clemente es decirle al abismo letanías, es suspirarle y sonreírle epifanías.
Mujer de pelo largo. Mujer de abandonados senos. Mujer llana y singular. Mujer sorprendente y sorprendida por su suerte.
Clemente, Clemente, Clemente repito cada noche sin querer, Clemente suspiro, Clemente me invento, callada me nombro Clemente. Nombre expulsado del sudor salado de mi frente.
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DESIERTA ERES ANTE UN MUNDO INCIERTO,
Humedad protegida de mi sexo eres,
mentira salada que recorres mis venas,
sueño que soñé al compás de mis reproches,
timidez reflejada al borde del murmullos eres.
Recuerdo antagónico que solda cada hora
mi cuerpo a tu boca,
murmullo impetuoso que mutila mi lengua
reuniendo la demencia al borde de mi luna,
deseo incesante de tenerte impregnada
como huella,
laberinto complejo de arterias
repleto de miradas necias.
jueves, 11 de noviembre de 2010
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