miércoles, 5 de septiembre de 2007

Esperanza

ESPERANZA paraba el tiempo entre gritos y tabacos de deseo, sexo y algo más. Comentarista de medio día, fines de semana y tertulias de una hora. Pasaba el tiempo entre humo tinto y vino espeso. Sin nadie más, sólo ella y su veneno parcial.
Continuaba el sueño despreocupado e inoportuno.
Lo tenía todo: anarquía, erotismo y virtualidad en un solo lugar.
Agonizantes los días transitaban de un trago a otro, de un papel arroz a figuraciones místicas, continuando así por el sendero de lo callado y lo no vivido. Sólo ella y su porción, su tagarnina y sólo ella.
Almacena, regresa y aguarda, contempla el alba aniquilante debajo de la frialdad enmohecida.
-El orgullo es una mierda- continuamente anunciaba a todo aquel torpe que se le enfrentaba.
Misógina de nacimiento y rebelde por accidente.
Jugaba con olas y sabía que la arena era su amante, esa que se marchitaría al instante de haber llegado. Continuamente se quedaba por las noches esperando. Aquella mujer que se desgarraba con el viento y le contaba a la sal que se quedaba en su piel lo que imaginaba hacer con su amante en turno.
Esperaba sola esperanza, que ya no esperaba nada.

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