miércoles, 22 de septiembre de 2010

PATAGONÍA CHILENA: ITINERARIO DE VIAJE

Después de ocho horas de vuelo llegué a Santiago de Chile a las siete de la mañana y viajé por una avenida recién inaugurada, llegué al hotel, aun maravillada por estar en el sur del mundo, en la tierra de Pablo Neruda y Vicente Huidobro, dos de mis poetas preferidos, escuchaba a escritores argentinos amigos míos diciendo sus versos memorizados y preguntándose qué es un pomelo. En fin, había llegado y deseaba ya caminar por las calles adoquinadas, por metros no tan repletos como los de la ciudad de México, deseaba ya conocer la plaza Moneda, el mercado lleno de colorido, comer los platillos típicos, contemplar el lugar sentada en cualquier parque y observar las hojas caer de los árboles como en pleno otoño y así escuchar la escarcha aniquilada por mis pies, visité la “Chascona” la casa de Neruda, mejor dicho, el barco de Neruda, porque está construida como si fuera un barco y adentro está el fantástico mundo del poeta que tanto amaba a Matilde, su esposa, su amada, su eterna enamorada, su mar, su musa, su diosa; ahí pude ver de cerca los manuscritos del poeta, del capitán, sentí de cerca su presencia y casi le escuchaba cantándole a Matilde por medio de odas y de cantos llenos de amor y de ternura. Seguí por la ciudad, llegué hasta un mirador, de esos en donde si te detienes un poco parece que la ciudad está a tus pies, en donde el viento rompe la piel y el murmullo del silencio conmueve al viajero. Regresé al hotel con mil historias bajo el brazo, a pesar de que aun no sabía lo que me deparaba este viaje inolvidable. Al día siguiente viaje a Punta Arenas, capital de la región de Magallanes y capital de la patagónia chilena, de ahí viajé a Puerto Natales, en donde fértiles valles, lagos y ríos son rodeados de volcanes con nieves eternas y bosques frondosos, ahí me embarqué en el Skorpios III: crucero que recorre los campos y hielos patagónicos. Cómo describirles la sensación de subir una escalinata de madera, cómo hacerles llegar con éstas palabras escritas el viento helado traspasando la ropa y el asombro de estar subiendo a un barco. Adentro nos recibirían para darnos la llave de nuestra cabina. Al entrar al camarote quedé maravillada por sentirme tan lejos de casa y sin ganas de saber de mi vida cotidiana, me recosté en la cama y seguía sin creer lo que vivía, saqué un cuaderno especial para atesorar este tipo de momentos y escribí: Estoy en el sur del mundo y aun no lo creo, en medio del mar estaré los próximos días, a la deriva.” Al día siguiente visité las Torres del Paine, la cueva del Milodón, donde se han encontrado restos bien preservados de éste prehistórico mamífero herbívoro que vivió allí alrededor de 12,000 años atrás. En el parque Nacional pude observar la Laguna Amarga y la Laguna Azul, el Lago Nordenskjol, el Lago Pehoé, Toro, Sarmiento y Grey. Regresé al barco para comenzar el maravilloso viaje hacia los glaciares, en medio de los fiordos y canales hay tiempo para observar la luna, para sentir el oleaje temeroso, dejamos a lo lejos el puerto, navegamos hacia los colosos de hielo. Los litorales llenos de tiempo nos miraban a lo lejos y las sirenas danzantes nos cobijaban con su canto. Bajamos del barco a la mañana siguiente para visitar los primeros glaciales, el Pío XI, el mayor de Sudamérica, el color del hielo tiene una gran gama de azules, es impactante despertar y desde la ventana de la cabina observar un montículo de hielo contemplar nuestro sueño. Los cuatro días siguientes visitamos el Glaciar Amalia, el cementerio de los glaciares, en donde desembocan los montículos de hielo para derretir su alma, desembarcamos en Puerto Edén, situado en la isla Wellington, cuyos habitantes corresponden a tribus nativas de la región, los Kaweskar o Alacalufes. Actualmente viven allí los últimos miembros de esta tribu que está a punto de extinguirse. Cada mañana descendíamos del barco para visitar los monumentos naturales que la Patagónia chilena ofrece al viajero, contemplábamos el agua lechosa por el hielo derretido, el cambio de color de los glaciales, los azules intensos que se plasman en el hielo, la bruma gris que nos entorpecía el paisaje, los pequeños rayos de luz que esporádicamente aparecían. Pero todo esto tiene que vivirlo querido viajero, porque cómo describirle lo que es necesario vivirse, con qué palabras simples describirle montañas, glaciares, estepas, mar lechoso pintado desde lejos por las olas, cómo hacerle sentir el calor sutil que se siente dentro del barco, cómo contarle de un crucero íntimo y amigable y cómo provocarle un frío que penetre sus huesos o cómo decirle que el recorrido del Skorpios III es indescifrable, maravilloso, estupendo, incomparable… No me queda más que citarle querido lector, estimado viajero, lo que los mapuches decían al observar la caída lenta de un montículo de hielo de algún glaciar: “…Se trata de los dioses que hacen oír su voz, y ante eso, la voz del hombre debe necesariamente callar”. Por eso ahora guardo silencio, porque las palabras me son insuficientes para describirle lo vivido dentro y fuera del barco, entre los fiordos y canales, entre cascadas y estepa, entre el hielo y el mar, en medio de la patagónia chilena encontré, en definitiva, parte de mi alma. Por ello le invito con el corazón asombrado por tales bellezas naturales a que visite la Patagónia chilena que silenciosamente le espera y que dejará su alma asombrada si decide usted visitarle.
PUNTA ARENAS: Antesala de bellezas naturales.
La ciudad de Punta Arenas es la capital de la región de Magallanes y capital de la Patagónia chilena. Llamada antiguamente Punta Arenita, traducción literal del nombre inglés "Sandy Point". Ahí se pueden realizar excursiones hacia los principales atractivos turísticos de la región.
Por ejemplo, recorrer los caminos que llevan hacia el Seno Otway, donde se ubica la Pingüinera, con una población estimada en unos 6.000 individuos de esta especie magallánica.
El camino hacia el sector de Río Verde y Seno Skyring en el cual es posible observar una variada fauna; destacando los ñandúes, cóndores, cisnes y flamencos.
Al sur de Punta Arenas puede seguirse el litoral central de la península de Brunswick en la ruta histórica por excelencia. Por ella pasaron alguna vez descubridores y conquistadores, indígenas, colonos y pioneros. La misma conduce a sitios como Fuerte Bulnes y Puerto del Hambre, cargados de reminiscencias legendarias.

PUNTA ARENAS: Pequeña ciudad de cuento.
Al llegar a Punta Arenas, es necesario tomar un taxi para ir al centro de la capital de Magallanes y de la Patagónia Chilena. Destaca la arquitectura y gastronomía de la ciudad, influenciada por los inmigrantes alemanes asentados en la zona a principios del siglo XX. Caminar por las calles adoquinadas de Punta Arenas es como estar en una pequeña parte de Europa. Visitar el mirador es helarse ante lo verdaderamente divino, desde ahí se pueden observar los barcos varados que esperan su salida. Estar en Punta Arenas es observar a las colegialas con abrigos elegantes que tapan sus pequeños cuerpos, es comer una torta típica del lugar, es deleitarse con el arcoiris que valientemente se asoma, es visitar el cementerio y caminar por algunos pasillos solitarios y fríos. Punta Arenas es una pequeña ciudad con estilo alemán que observa a los barcos zarpar y encallar.

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