jueves, 21 de octubre de 2010

textos a partir de escuchar poesía

ENTRE UNA ANCIANA de la calle
y yo no hay diferencia.

Ella contempla la nada
y yo hago lo mismo.
La miro angustiantemente
constantemente
sin ver el reloj verdugo
que aprisiona y enmudece.

Ella llena de locura me observa
y yo llena de ansiedad
sin razón la miro
cautelosamente.

Ella no me quita
los ojos de encima.
Yo no despego
mi retina de su iris.

Somos la misma
con diferente ropa y edad
en el mismo tiempo y lugar.


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Todos le huyen al borracho callejero, al loco citadino, al vagabundo porque huele a otredad, a días de soledad, a carroña, a angustia, a locura, a muerte porque la trae encima, trae a la basura humana que somos todos.
Sus ojos reflejan vacío, llanto, nada. Van a ninguna parte y son de todos lados, son libres de todo. Huelen a mierda, a orines, pero todos olemos igual, sólo que lo disfrazamos con agua y alcohol que huele peor, huele a deber ser, a compromisos, a ataduras, a hijos, a padres a yugos generacionales, a mentadas de madre, a tránsito, a multitudes, y terminamos también oliendo a soledad y a vacío y a nada, olemos a viejo, a carne marchita por el tiempo y terminamos contemplando la soledad que nos rodea. Por qué entonces hacer a un lado al vagabundo, al borracho callejero, al loco citadino, si son reflejo de nuestro yo interno.


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Escribo acerca de la muerte
Estoy muerta pero en vida
Estoy tendida en el piso desangrándome

Cantaré la canción de los condenados.
Quisiera verte, solo verte
Volverme invisible y curarte por medio de poesía

Aúllo,
me estoy muriendo,
aúllo.

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POBRE DE TI que no entiendes la poesía ni a las estrellas, ni el canto del mar ni de las olas; pobre de ti que no comprendes la mierda de la vida, que amas la basura, que eres devorador de la publicidad, que tienes vértigo a seguir, que giras en el mundo simple, que amas a la gente podrida de felicidad; pobre de ti que no conoces a los Geronoces, que no conoces Buenos Aires ni la plaza de Mayo, que no has amado hasta perder la razón, que no has llorado por el simple hecho de llorar una madrugada fría; pobre de ti que no has despertado una mañana sólo para seguir tendido en la cama deprimido, que no conoces la infelicidad de los muertos, que no sientes el llanto de Pakal; pobre de ti que crees comprender a Cuba, que no has sentido la demencia del Quijote, que no conoces una prisión medieval; pobre de ti que no has nadado en un lago lleno de lodo y has sonreído por eso, que no has sentido la muerte en las entrañas, que no has caminado por la noche que se hace cada vez más noche; pobre de ti que no has sentido la soledad de las tinieblas, que no has dormido con la almohada del lado del infierno; pobre de ti que no has sentido el berrido del hígado enfermo, que no has visto las piernas largas y delgadas de una botella de alcohol, que no has escuchado la música del viento, que no has visto un rayo pasar por tu hombro, que no has corrido por la vida en una carretera solitaria, que no has cantado una canción mal lograda en la quinta avenida de la Habana, que no has tenido que callar para que no te pidan la cartilla, que no has dormido debajo de un puente lleno de orfandad; pobre de ti que no has visto a un niño lleno de hambre, que no has sentido la nada en las venas, que no has visto a una mujer amamantando a su hijo muerto, que no has tenido que escribir del caído, que no te llevaron los milicos, que no has percibido a tu madre muerta en tus brazos; pobre de ti que no has caminado bajo la lluvia en plena primavera, que no has estado en un malecón cantando con las olas, que no has dormido llena de ansiedad, que no has sentido la locura en tus manos, que no has visto las hormigas recorrer tu sexo, que no has bailado desnudo en el mar, que no has dormido sobre el arena, que no te han regalado un cúmulo de piedras en un vaso de cristal, que no tienes un puño de arena negra marina en un cuarto azul, que no has fumado un puro recién hecho, que no has besado a una mujer inmersa en la tristeza, que no has acariciado a un hombre infinitamente bello, que siente hasta el alma la danza de las plumas, que no has visitado a los presos políticos, que no has recorrido la prisión modelo de la Isla de la Juventud: pequeño islote casi invisible pero existente; pobre de ti que no has olfateado los girasoles de Van Gogh, que no has leído ni escuchado a Gaiguine, que no has sentido la muerte en la guillotina , que no te han arrebatado la vida al amanecer, que no has fumado hashis con Bodelaire, que no fuiste vouyerista de Rimbaud ni de Verlaine; pobre de ti que no saludaste a Siqueiros en Lecumberri, que no fuiste huésped de la Castañeda, que no entiendes los metagrafos de Apollinaire, ni has conocido a la pequeña Lou, que no tienes un jarrón repleto de caracoles del Caribe, pobre de ti que no has amado a Beatriz: la amada de Dante, ni a ninguna Beatriz; pobre de ti que no has sentido la falta de aire en los pulmones en plena alborada, que no has caminado descalzo por el asfalto hirviendo, que no te has echado un polvo en un hotel cualquiera, que no te ha golpeado el hambre por las noches, que no has dormido en la calle de una ciudad ajena, que no has pedido limosna para llegar a casa, que no has vomitado sangre ni has visto tu vida yéndose por la coladera; pobre de ti que no has perdido un hijo en la guerra, que no has despertado en el vacío llamado vida, que no te has topado con la realidad: eterno fantasma aterrado, que no has apreciado tus ojos de gato estremecido, que no te has visto al espejo y encontrado una quimera, que no has padecido demencia ni te has olvidado de ti mismo; pobre de ti que no has vivido, que crees que sabes de lo que hablas y que te sientes soberbio ante la plebe, que te sientes digno representante de la sensatez y de la felicidad, de la honradez y dignidad; cuando la dignidad termina siendo un estorbo para sobrevivir y el orgullo una farsa para la realidad.

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