jueves, 11 de noviembre de 2010

a partir de cioran y la castañeda

Encontré a mi abuela en una fotografía de la Castañeda, estaba rapada, en cuclillas, su mirada era triste, sus ropas blancas hablaban de su virginidad adolorida. Dicen que ella escribía historias y leía a los clásicos, por eso estaba ahí. Le gustaba la modernidad, a todos los demás les asustaba, le gustaba ir al cine, al teatro; tenía dinero. Mi abuela era hacendada. Dicen que todo aquel que tuviera entendimiento con la modernidad estaba loco, dicen también que en la Castañeda se comenzó a hacer hidroterapia; a ella eso le gustaba. Mi abuela escribía cartas a sus hermanas, mi madre recuerda algunas. En ella hablaba de los deportes que se practicaban ahí y de los oficios, como la costura. Estuvo un tiempo solamente, pero ahí conoció a mi abuelo; él era un filósofo empedernido, decadente y nihilista.
Antes se creía que los filósofos curaban la locura. Mi abuelo dibujaba paisajes existentes pero no conocidos, en su mirada se veían historias jamás contadas.
A mi abuela le gustaba el agua, las tinas, las regaderas. Tal vez por eso a mí me gustan los lugares viejos, las paredes marchitas, los fierros añejos y los edificios antiguos. Puedo ser sirena o pez si me lo propongo. También me gusta el agua y las tinas viejas. Cada vez que llego a un lugar busco los cuentos escondidos en las paredes y en los balcones, no me quejo del olor a viejo, de las costras en los muros, de los murmullos dentro de los cuartos.
En el Manicomio de San Hipólito había un café, me gustaba ir, encontraba fábulas que me contaba la fuente redonda y monumental que estaba a la entrada, en pleno centro del recinto. Aún había marcas de las camas que yacían en los pasillos. Todo indicaba que un lugar así me esperaba para dentro de unos años.
Me hubiera gustado conocer a mi abuela, que me contara de ese lugar llamado la Castañeda, del que se decían tantas cosas, del hacinamiento, del hambre, de los gritos, del poder mal entendido. Ahora sólo veo fotografías de ella y de sus compañeros, todos rapados, todos con ropa blanca enmugrecida, manchada de años y de golpes. Miradas que dicen más que cualquier tragedia clásica. Arrugas inmersas en la piel, patios sacudidos por el tiempo y edificios llenos de almas perdidas.
Gracias a mi abuelo, que fungía como médico, ella salió, porque en realidad ella no estaba loca, sin embargo, en la familia se dice que ella, realmente enloqueció cuando perdió su hacienda y dejó de ser una mujer rica, se quedó con nada, en la calle, tiempo para el cual mi abuelo ya había muerto. Desde entonces se habla que en la familia está el gen de la locura. Supongo que el gen no, pero sí el miedo a no tener dinero, a terminar en la calle, al menos mi madre enloquece si no tiene un centavo; pero yo, qué puedo decir, mi oficio es el de escribir y por lo tanto vivo en la pobreza y aún no enloquezco. Tengo crisis de ansiedad, pero aún no enloquezco…


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Gardenia era un travesti decadente, bailaba con peluca vieja y rosa, eran claras sus canas y sus arrugas y su piel marchita, eran claros también los años mal vividos en su rostro y en su cuerpo, ya no más drogas, ya no más marcas del tiempo, ya no más heridas en el corazón. Ser travesti para ella era ser otra, tener la oportunidad de ser otra con otro cuerpo y con otros recuerdos, con otros personajes en medio del cuerpo y del culo. Bailar, bailar, bailar, era lo que más hacía, ya lo hacía sola en medio de la pista, ningún joven adonis quería acercársele porque daba miedo la seguridad en sus pasos y en sus rugosidades. La decadencia entre sus piernas se observaba a metros y la futura muerte sin no ser estaba cerca. La carroña de su vida era su única compañía, sus pelucas baratas y sus tacones viejos hablaban por hablar. Su soledad posmoderna era tan cercana a la locura que el manicomio le esperaba cada madrugada. Ella y su baile en medio de la pista era lo único que tenia, una vuelta y otra y otra más, ella y la música eran una, ella y el canto eran otra, ella y los gritos de los tambores eran una más, para qué salirse de lo establecido dentro de la pista si podía volar en ella.
En ocasiones se le acercaba algún pequeño adonis sólo para divertirse, pero Gardenia evadía el acercamiento para no enamorarse, a pesar de todo aún había la posibilidad de ello, siempre le gustaba la belleza porque había perdido la suya hace mucho tiempo. Gardenia miraba las estrellas nocturnas y lloraba, su soledad se había ido con otra hace mucho, sólo le quedaba su sombra que incluso en ocasiones la engañaba. Estrella bailaba, y besaba su muerte tendida en una cama hostil de un hotel de paso, sola estaba, incluso ya era un lugar común decir su nombre por debajo de la tierra, ya nadie la esperaba, ni la muerte.


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LA BROMA NO EXISTE, todo se dice en serio, comentaba Freud. Te diré entonces que tu cuerpo no me gusta, me gusta sólo tu risa, tu carcajada, no tu máscara, no tus ojos, no tus piernas ni tu vientre.
Todo es cierto.
Tu risa es maravillosa, tu risa casi enigmática, tu comisura, tus labios extendiéndose para reír, para mostrar la felicidad aparente, esa que no puedo entender ni realizar. Esa felicidad del no ser, de la barata vida, de la broma insulsa y diminuta.
Te ríes del dolor ajeno, del enano espantoso que llamas amigo. Reírse del otro es lo que haces como todos.
¿Qué esperas de mí?
Me repugnas con tu cuerpo y tu cara, que con el tiempo se harán monstruosos.
Soy para ti, como los demás, un desvarío más. Pero tu risa, tu risa es un rezo independiente. Esa tu risa, canto, apertura, opereta, adagio, jazz, tango, no estruendo, trova, risa hecha palabra, palabra hecha poesía, poesía hecha canto.
Paso por el Río Sena y tu risa crea otro paisaje, paisaje emblemático para París. Cuba sigue sólo por tu risa, México vive en torno a tu risa, muere lentamente, vive para tu risa.
Wagner tuvo que sentir tu risa para tocar de tal forma, para Vang Gogh existías en sus girasoles que observaban tu risa mientras fueron pintados, Picasso trastocó todo lo que pintaba excepto tu risa. No había tregua entre tu sonrisa y el arte.
El vagabundo regresa a la calle después de sentir tu risa, sabe que con eso sigue sobreviviendo, el borracho sigue tomando mientras delinea tu risa, ella le da vida y significado a su copa llena de vacío y de compañía. Tu risa me responde, me pregunta y me significa. Ella lo es todo, yo soy nada, soy vacío, soy oscuridad, miedo e injusticia, sólo tu risa dice mi nombre y lo convierte en poema.

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